Hay días que me pregunto en que punto dejamos esa inocencia de ser niños, ese simple placer de jugar, disfrutar el momento y hacer lo que nos apetece sin detenernos a reflexionar si es el momento "apropiado". Cuando somos niños, queremos crecer, ser adultos; tontos nosotros que no nos damos cuenta de que la niñez es una de las etapas mas bellas de nuestras vidas; bueno, al menos así lo veo ahora. Esto me puse a pensar este pasado domingo que nos fuimos a desayunar a
South Queensferry - un pueblito pegado a Edimburgo- a donde vamos a desayunar de vez en cuando en un restaurante que esta cerca del
Forth Bridge. En un día de verano, con el cielo despejado y con una temperatura “decente”, la vista es bonita y se puede caminar un poco por la playa, ver los barcos en las regatas o si corre uno con suerte ver alguno de los festivales locales (ahí mi suéter azul se tomo una foto con la sección local del INSEN en ‘kilt’, que es la 'falda' que usan los hombres escoceses); este no era el caso este pasado domingo, sin embargo, Fernanda decidió que ella tenia ganas de caminar en la playa, meter los dedos en la arena, aventar las piedras para tratar de hacer “patitos” en el agua. Cuando sus papas oyeron la propuesta la mejor excusa fue “si no esta lloviendo fuerte, vamos…”. La pequeña langosta corrió con suerte, pues para estándares escoceses la lluvia que caía era una simple llovizna (con esa misma lluvia creo que se inundan calles en León); así que ahí va Fernanda con su papá a la playa. Ahí comprobé mi teoría de que en México (al menos en León), nos hacen friolentos por ponernos cobija tras cobija aun cuando la temperatura es mayor a los 15 grados. Sin exagerar, la temperatura era menor a los 7 grados, sin contar el ‘wind-chil factor’, pero Fer lo disfruto tanto como yo hubiera disfrutado una asoleada en las playas de Vallarta: jugó con la arena, chapoteo en los charcos, busco caracolitos para ponerlos en la pecera de los nuevos miembros de la familia. Definitivamente, como dice el dicho, no dejamos de jugar porque somos viejos, nos hacemos viejos porque dejamos de jugar.
