Thursday, October 13, 2005

Tony is going to kill me

En la vida cotidiana no puedo evitar pensar constantemente en las ventajas y las desventajas de vivir en el extranjero, en las similitudes y las diferencias entre los países en los que me ha tocado vivir (México, Estados Unidos y ahora el Reino Unido). Una de las similitudes mas grandes es la enorme “habilidad” de las compañías televisoras para escoger el horario de los programas mas chatarras. Estos generalmente son transmitidos ya sea en domingo o, durante la semana, entre la hora de cenar y la hora en que la gente sensata se va a dormir para poder levantarse a trabajar al día siguiente sin sentir que les paso el camión de la basura por encima o que necesitan que les apliquen una técnica estilo Naranja Mecánica para mantener los ojos abiertos en el trabajo.
Para mi mala fortuna, un canal de televisión ha decidido pasar la primera serie de “The Sopranos”” en un horario que mi cuerpo en estos días no aguanta tan fácilmente. Yo creo que ese cromosoma Morales que tienen varios de mis tíos (el que hace que aun después de una ardua pachanga “la cama los aviente” a las seis de la mañana aun en domingo) se ha perdido. La rutina esta semana para poder seguir las andanzas de Tony ha implicado irme a la cama por ahí de la 1a.m. para despertar con ese hermoso grito de voceador de Mariana (mamaaaaaa). Después de tomar fuerzas para despegarme de las sabanas, Mariana accede a salir de la cuna en los brazos de su papa, me concede un abrazo de 5 segundos (hasta eso, apretadito) para luego empujarme (su manera sutil de decir “bajame!”) y correr al cuarto buscando a su mama, quien es la ganadora de un abrazo como si la pequeña langosta no la hubiera visto por meses; si, para su madre el abrazo es como de 5 minutos, mientras que su papa no sabe si meterse a darse un regaderazo o regresar a la cama y contemplar el abrazo que quisiera recibir (esto seria como poner a alguien en huelga de hambre junto al puesto de tacos). En fin, tendré que pensar como hacerle una oferta que no pueda rechazar para ganarme ese abrazo, aunque, pensándolo bien, esto hace que cuando esos abrazos vienen “gratis” los disfruto más.
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